El escritor y economista judío norteamericano Robert A. Levine comenta en International Herald Tribune (7 noviembre 2000) que Israel tiene que elegir entre ser un Estado judío y ser un Estado democrático.
¿Puede Israel ser a la vez un Estado judío y un Estado democrático? (…) Israel es una nación-Estado expresamente creada por los sionistas europeos, según el modelo europeo de Estado, para la nación judía, que durante dos mil años solo había existido en la diáspora.
(…) Cuando se creó, Israel estuvo profundamente comprometido con la democracia. El trato que recibían los ciudadanos árabes no era peor que el se daba a asiáticos y caribeños en Gran Bretaña, y mejor que el que recibían los turcos en Alemania. Así, el dilema democrático/judío era sencillo.
La situación cambió con la conquista israelí de Cisjordania en 1967. Si el territorio bajo control israelí iba a ser una democracia, no sería judío, o no por mucho tiempo. Y si los árabes no se convertían automáticamente en ciudadanos, ya no sería democrático, al menos según el modelo moderno.
El problema es insoluble con las poblaciones actuales y su distribución actual. La solución de un Estado para dos naciones exigiría a Israel enterrar su identidad judía en favor de la democracia, convirtiéndose en una especie de Suiza pero sin su historia secular de acuerdos pacíficos. Es difícil pensar que Israel lo aceptara.
Sin embargo, lo que al parecer acordó el primer ministro Ehud Barak en Camp David es una versión abreviada de esta posibilidad: mantener Israel como una nación-Estado judía a fuerza de concentrar a los palestinos en su nuevo Estado, de manera que el resto de ciudadanos árabes sigan siendo una pequeña minoría en Israel durante mucho tiempo.
Esta solución no serviría para resolver el problema de los lugares históricos de Jerusalén. No resolvería los problemas de los palestinos que están fuera de Israel ni de los ciudadanos árabes que se quedan dentro. Y podría provocar que la mayoría de los judíos prefiriera un Estado judío aunque no fuera democrático. De manera que podría comenzar una guerra de desgaste, en la que Israel dominaría fácilmente a sus enemigos al principio pero quizás no durante 30 ó 100 años.
El concepto de nación-Estado democrática es bastante natural para los israelíes, como para los europeos. Si el mundo entero se volviera así de democrático, estaríamos en camino hacia un planeta mucho más pacífico y estable.