La guerra en Gaza aísla al ya maltrecho pacifismo israelí

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No corren buenos tiempos para la causa pacifista en Israel. Ya antes de la guerra, el gobierno de Netanyahu, el más radical con la cuestión palestina de los últimos tiempos, presionaba a la sociedad en la dirección opuesta. El ataque de Hamás ha provocado un deseo de venganza que no desaparecerá rápidamente. Sin embargo, varias voces abogan, desde distintos enfoques, por una solución política.

El martes 26 de diciembre, Tal Mitnick, un joven israelí de 18 años, ingresaba en la prisión militar de Neve Tzedek por negarse a cumplir el servicio militar obligatorio en su país. Es el primero de los desertores en ser encarcelado después de los atentados de Hamás del 7 de octubre y la actual guerra en Gaza. En una entrevista en +972 Magazine afirmó que “el ataque criminal del 7-O, en el que mataron inocentes, es resistencia ilegítima a la opresión del pueblo palestino”. Sin embargo, reiteró que esos acontecimientos “no han cambiado mi visión, sino que la han reforzado: es imposible vivir con el sitio de Gaza y la ocupación [de los territorios palestinos] sin sufrir las consecuencias”.

Entre quienes alzan la voz contra la guerra están movimientos pacifistas, pero también grupos de activistas que, sin rechazar por completo el uso de la fuerza, piensan que no existe una solución militar al conflicto palestino-israelí. Coinciden en que la ocupación debe acabar y en que se debe dialogar para conseguir una solución política.

Mitnick se niega a entrar en el Ejército porque no quiere ser parte de la ocupación ni de la masacre en Gaza: “intento decir que no es en mi nombre y expresar mi solidaridad con los inocentes de Gaza”. Aunque joven, ha decidido llegar hasta las últimas consecuencias de las ideas que defiende, a pesar de que el gobierno ha ido en contra de las voces antibelicistas desde el comienzo de la guerra. “Este es el momento de mostrar el otro lado, de mostrar que existimos”, declaró.

Mitnick espera que su caso tenga algún tipo de influencia en la sociedad israelí, pero la realidad es que la guerra actual ha aislado todavía más al ya maltrecho movimiento pacifista israelí. “La sociedad israelí se ha radicalizado y no hay mucho lugar para los que creen que es posible llegar a un acuerdo de paz”, afirma Meir Margalit (Buenos Aires, 1952) en conversación con Aceprensa. Historiador, político y activista por la paz, llegó a ser concejal de Jerusalén por el partido de izquierdas Meretz. En las elecciones del año pasado, esta formación perdió sus escaños en el Parlamento israelí, una muestra del auge de la extrema derecha en Israel. Ha sido la izquierda la que tradicionalmente han representado en el estado judío el movimiento pacifista, la voluntad de llegar a un acuerdo político con los palestinos y la solución de los dos estados. Sin embargo, en las últimas décadas han perdido cada vez más poder político e influencia social.

Dos etapas tras el 7-O

Los atentados del 7 de octubre supusieron un durísimo y traumático golpe para toda la sociedad israelí, con más de 1.300 muertos y más de 200 rehenes, de los que aproximadamente 100 siguen en manos de Hamás. Especialmente duro fue para aquellos que han dedicado todas sus fuerzas y compromiso a terminar con la ocupación y a la búsqueda de una solución política al conflicto. “Desde ese día y durante dos o tres semanas, estuvimos convencidos de que el proyecto de paz había sucumbido”, cuenta Margalit, “no sólo por lo que había hecho Hamás, sino porque los de la Autoridad Palestina de alguna forma expresaron simpatía por la acción de Hamás; incluso gente que tenía relaciones con nosotros, en el mejor de los casos, se callaron la boca”.

Sin embargo, según fueron avanzando las semanas, “nos dimos cuenta de que la percepción anterior nos llevaba a un precipicio. Empezamos a contactar con nuestros partners palestinos y ellos también reconocieron que se habían equivocado, que no es esta la lucha de liberación que ellos quieren”. Margalit señala la dificultad que supone la situación actual para “negociar y devolver los territorios ocupados”, porque en Israel no hay quien escuche a los palestinos y, en Cisjordania y Gaza, tampoco los israelíes tienen con quién hablar; “pero la idea de los dos estados sigue siendo coherente”. Crear un clima de entendimiento parece ahora mismo imposible, pero no es solo la guerra la que lo impide. Las políticas llevadas a cabo por los sucesivos gobiernos de Benjamín Netanyahu han contribuido a la expansión de asentamientos que hacen prácticamente imposible soñar siquiera que los 700.000 colonos que viven en Cisjordania los abandonen para que exista un hipotético estado palestino.

Tiempos de guerra, crisis de paz

Los atentados del 7-O se llevaron por delante el poco apoyo social que tenían activistas y ONGs en las que trabajan israelíes y palestinos para llegar a una solución política. La mayoría de la sociedad israelí apoya la guerra. Con unas 200.000 personas desplazadas de sus hogares tanto en el sur (cerca de Gaza) como en el norte (la frontera con el Líbano), lo que ellos ven es que el peligro de Hamás y Hezbolá tiene que ser eliminado para poder volver a su seguridad. Además, existe un ansia de venganza: “hasta que no se llegue a la cúpula de Hamás, esa sed de venganza no será saciada, aunque cada vez más sectores se dan cuenta de que eso es imposible”, explica Margalit. Por su parte, el periodista Gideon Levy denuncia que la prensa israelí se autocensura y que los israelíes no están expuestos a las imágenes de Gaza, no ven lo que aparece en las noticias en otras partes del mundo.

Mitnick, Margalit, Levy y otras voces pacifistas y anti-ocupación –cada vez menos y más aisladas– defienden que la violencia, la “solución militar”, no traerá seguridad, como han demostrado los últimos conflictos. En una entrevista en CNN, Benzi Sanders, ex-soldado del Ejército israelí que participó en la operación militar en Gaza de 2014, declaraba que “el brutal régimen militar de control sobre los palestinos, en realidad, juega a favor de Hamás y de otros grupos terroristas”. Desde Breaking the Silence, el grupo de ex-combatientes israelíes al que pertenece, llama a “evitar los mismos errores de 2014, que no hicieron sino fortalecer a Hamás”. Después de lo que vió durante su experiencia militar en aquella campaña, Sanders declara: “Lo he visto con mis propios ojos. No creo que Israel esté haciendo todo lo posible para prevenir la muerte de civiles. Y creo que eso es consecuencia de que este gobierno no ve a los palestinos como las personas con las que negociar la paz”.

Presión internacional

Tras tres meses de bombardeos sobre la Franja de Gaza que han dejado más de 23.000 muertos, la mayoría mujeres y niños, Sudáfrica acusó a Israel de genocidio ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) y pidió un alto el fuego provisional. Países como Bolivia, Jordania, Malasia, Maldivas, Turquía o Venezuela, además de la Organización de Países Islámicos (OCI), se han sumado a la demanda. Por el contrario, Estados Unidos y Reino Unido la han rechazado. La Unión Europea guarda silencio institucional mientras los países miembros manifiestan distintas opiniones. En cualquier caso, la resolución del tribunal puede tardar años en llegar y, además, no es vinculante. Por tanto, se trata más bien de una muestra pública de solidaridad con el pueblo palestino que, a los ojos de los países del denominado Sur Global, retrata la hipocresía de Occidente.

Por su parte, el primer ministro israelí, Netanyahu, manifestó: “Hemos visto el mundo al revés. Israel es acusado de genocidio mientras está luchando contra el genocidio”. Replicando a estas declaraciones, Levy se preguntaba en Haaretz: “Si no es genocidio, ¿cómo llamar a la matanza masiva, que continúa incluso mientras se escriben estas líneas, sin discriminación, sin freno, a una escala difícil de imaginar?”. Margalit opina que lo que dictamine la CIJ no repercutirá en la mayoría de la sociedad israelí porque “el pueblo de Israel ve a toda esa gente como antisemitas”. Enfatiza que “solo las sanciones económicas pueden tener un efecto real” para presionar a Israel. Su esperanza es “que se diga abiertamente que estamos cometiendo crímenes contra la humanidad, que [el caso] se lleve al Consejo de las Naciones Unidas y que se empiece ahí el proceso para terminar la ocupación”.

Sanders, que además de israelí es ciudadano estadounidense, dijo que esperaba más presión de Estados Unidos para terminar con la guerra en Gaza: “Creo que nuestros aliados tienen que tomar partido en favor de los israelíes que estamos defendiendo una solución política y asegurar que nuestro gobierno no mata y hiere a civiles inocentes”.

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