Una vez más, y son ya innumerables, la veterana Meryl Streep demuestra que es carne de cine, capaz de dar vida a los más diferentes personajes. En este caso, además, la actriz se presta a un triple salto mortal: interpretando –en varios momentos de su vida– a una persona viva y archiconocida. El más difícil todavía.

La verdad es que con semejantes actriz y personaje –al margen de cuestiones políticas, la vida de la Margaret Thatcher da para escribir un puñado de guiones– parece sencillo hacer una película magnífica, pero La Dama de Hierro no lo es. Phyllida Lloyd (Mamma mia!) dirige una cinta que se ve con indudable interés –hay historia y hay una actriz que no deja que despegues los ojos de la pantalla–, pero la película hace agua por muchos flancos. Lloyd y su guionista (autora de la serie de The Hour) han querido hacer muchas películas en una. Una cinta sobre una mujer que rompió todos los moldes, otra sobre un gran personaje con alzheimer que sufre alucinaciones, otra de un sólido matrimonio que tiene que sobrevivir al éxito de la mujer y, por último, otra de dura crítica social y política. La historia va dando bandazos alternando momentos de fuerza –especialmente aquellos que cuentan la vida pública de Thatcher– con otros más reiterativos –los que muestran a una anciana casi demenciada–.

Por otra parte, la película –quizás para evitar la hagiografía típica de muchos biopics– juzga continuamente con dureza a la líder conservadora, lo que dificulta que el espectador llegue a empatizar con el personaje. Dos decisiones que hubieran hecho naufragar cualquier película… siempre que no haya un portento en cubierta. Aquí lo hay.

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