A las mujeres afganas ya no les queda nada

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A las mujeres afganas ya no les queda nada

A finales de verano de 2021, el futuro de las mujeres afganas aún parecía incierto. Sin definir. Sin delimitar. Previsible –solo hacía falta echar la vista atrás veinticinco años–, pero aún sin una sentencia definitiva. Aún envuelto en un leve halo de posibilidad. De esperanza. De que la historia no tenía por qué repetirse. Pero como una pesadilla de la que no se logra despertar o como una película de terror que no alcanza su fin, todas las escenas se vuelven a reproducir, una tras una.

“Cada vez que los talibanes llegan al poder, humillan a las mujeres. No puedo dejar de llorar cada vez que hablo en los medios”, confiesa a Aceprensa Homeira Qaderi. Activista, escritora, asesora del Ministerio de Educación en 2020 y, hasta que abandonó Afganistán el 28 de agosto de 2021, profesora en la Universidad de Kabul. “El 15 de agosto, cuando los talibanes tomaron el poder, Kabul, donde yo vivía, cambió drásticamente”, relata. “No se podía ver a nadie en las calles después del mediodía. Las mujeres fueron excluidas de la vida social poco a poco. Desde el principio, impidieron que las mujeres trabajasen. Más tarde, sacaron a las niñas de sexto grado en adelante de la escuela y prohibieron que las mujeres pisaran la calle solas. Luego dijeron que las mujeres debían cubrirse la cara en la universidad”.

¿Su última gran hazaña? Prohibir este pasado 20 de diciembre la entrada de las mujeres a la universidad. Como una sentencia capital, eliminaron uno de los últimos residuos de su vida anterior. Ese que podría suponer para ellas una vía de escape a una vida mejor. Ese que las unía a una lejana pero posible libertad. “Las mujeres nos hemos quedado solas una vez más. No hay nadie que nos ayude y ya no tenemos la energía para ayudarnos a nosotras mismas. Sentimos que hemos caído en un abismo sin fin”.

El tobillo de la discordia

Según comentó el ministro de Educación, Nida Mohammad Nadim, a la emisora ​​​​estatal afgana RTA, varios problemas habían llevado a esta decisión. Entre ellos, que las estudiantes no vistiesen el atuendo islámico apropiado –cubrirse la cara y no usar prendas coloridas– y que hubiese interacción entre estudiantes de distinto sexo.

Tan solo 24 horas después de anunciar esta medida, el Ministerio de Economía emitió otro comunicado en el que prohibía a las ONG dar empleo a las mujeres. El motivo fue, nuevamente, que en las oficinas de estas organizaciones no se empleaba la vestimenta adecuada. Una vestimenta que prohíbe, entre otros, utilizar productos cosméticos –por ejemplo, pintaúñas– a riesgo de sufrir amputaciones, o enseñar el rostro o los tobillos, castigado con flagelaciones públicas.

“Esto es lo que es talib: la eliminación completa de las mujeres. Esa es la prioridad de su programa”, afirma Qaderi.

Nada ha cambiado

“Más que nunca, la pobreza, la inseguridad, el desempleo, el contrabando de opio y las violaciones de los derechos humanos son generalizadas”, explica a Aceprensa Malalai Joya. “Muchas familias se han visto obligadas a vender a sus hijos o sus propios riñones para alimentarles. Padres se suicidan porque no tienen para darles de comer”. Joya, activista, escritora y política afgana, fue parlamentaria en la Asamblea Nacional desde 2005 hasta principios de 2007, año en el que fue despedida por denunciar públicamente la presencia de señores de la guerra y criminales de guerra en el Parlamento. “La gente de mi sufrido país está justo donde empezamos hace veinte años. La mayor traición de Estados Unidos y la OTAN a la nación afgana fue su entrega a los talibanes”.

“Mientras todos miraban la Copa del Mundo, los talibanes utilizaron un estadio deportivo en Farah para apedrear a una mujer” (Malalai Joya)

Torturas, flagelaciones, matrimonios forzosos, violaciones o lapidaciones son algunas de las consecuencias a las que se deben enfrentar las afganas a diario, pero no solo eso. “Algunos ejemplos destacados”, nos comenta Joya, “incluyen también bombardeos y destrucción de algunas provincias, asesinatos selectivos y deliberados de activistas, ejecuciones sumarias, represión brutal de manifestaciones de mujeres, o la desaparición de muchos periodistas y activistas sociales”. También ataques a instituciones. Joya nos comenta un reciente episodio contra un centro educativo en Kabul, que provocó la muerte de más de 50 estudiantes y cientos de heridos, la mayoría de ellos niñas. Añade que “mientras el mundo miraba la Copa del Mundo, los talibanes utilizaron un estadio deportivo en mi provincia natal de Farah para enjuiciar a dos personas y apedrear a una mujer”.

El hombre, un necesario aliado

Desde que se anunció la medida del Ministerio de Educación, han sido varios los profesores universitarios que han renunciado a sus puestos de trabajo en protesta por esta prohibición, “para demostrar que no están de acuerdo con los arrestos, las brutales torturas y las amenazas de muerte que reciben [las estudiantes]”, añade Joya. También compañeros de las universidades de Nangarhar y Kandahar no asistieron a sus exámenes universitarios bajo el lema de “o todos o ninguno”.

Para Qaderi, el apoyo de los hombres a las mujeres no ha sido destacable en el pasado. “Digo esto mientras mi hermano lleva diez meses encarcelado en la prisión de los talibanes. Es un periodista y poeta que se enfrentó y criticó la opresión que han ejercido sobre la sociedad. Pero no tenemos muchos hombres como él”. Sin embargo, sí percibe un cambio desde que se anunció la medida del Ministerio. “Los hombres ahora también participan en las protestas civiles. Deben demostrar que apoyan a sus hijas y hermanas, los talibanes deben ver que los afganos no están a favor de la ignorancia”, nos comenta Qaderi.

Joya nos relata el caso de un hombre de la provincia de Paktika. “Tenemos un ejemplo en Mia Khan, un padre de Paktika, él mismo analfabeto, que lleva a sus tres hijas a la escuela a 12 kilómetros de su casa en motocicleta y espera afuera de la escuela hasta que terminan sus lecciones. Hay muchos otros ejemplos que muestran que los hombres afganos también creen en el poder de la educación”. Porque, ¿qué sería de un país en el que más de la mitad de la población es analfabeta? ¿Qué futuro puede tener?

Sin educación seguirá la violencia

“Tengo la firme convicción de que una nación no prosperará ni mejorará sin la participación activa de la mujer en los sectores político, social, cultural y económico”, afirma Joya. Qaderi además plantea la cuestión de cómo se pretende que madres analfabetas críen a hijos educados, y el círculo vicioso que supone la limitación de su educación. “Las niñas que son analfabetas seguirán siendo económicamente dependientes de los hombres, y las mujeres dependientes tendrán que soportar la violencia”.

Las afganas conocen el valor y la importancia de la educación. Lo que significa, lo que puede cambiar. “Cuando se les priva de la oportunidad de aprender, algunas de ellas se suicidan por la presión psicológica”, nos comenta Joya. “Ya vivimos esto desde 1996 hasta 2001. En esos años, mis mejores amigas se prendieron fuego”, recuerda Qaderi.

El 27 de diciembre, la Organización de Naciones Unidas (ONU) emitió un comunicado en el que instaba al régimen a reinstaurar el acceso de las mujeres a la universidad y a los trabajos en las ONG. António Guterres, secretario general de la ONU, afirmó en Twitter esa misma noche que “las últimas restricciones de los talibanes al empleo y a la educación de mujeres y niñas son violaciones injustificables de los derechos humanos y deben revocarse”.

“Hemos llegado a la situación en la que estamos porque la comunidad internacional nos vendió a los talibanes” (Homeira Qaderi)

Sin embargo, en el comunicado del Ministerio de Educación, en el que se prohibía la asistencia femenina a la universidad, también se instaba a la comunidad internacional a no inmiscuirse en asuntos nacionales. Pero eso es precisamente lo que les hace falta.

De cursos en línea a apoyo económico

“La comunidad internacional traicionó a las mujeres afganas cuando negociaron con los talibanes. Todos tenemos el recuerdo de su estricto régimen entre 1996 y 2001, pero esta vez han tratado de demostrar que han cambiado. Hemos llegado a la situación en la que estamos porque la comunidad internacional nos vendió a los talibanes y luego aceptó que ellos son la única y verdadera cara de Afganistán”, nos comenta Qaderi. Sin embargo, afirma que aún están a tiempo de enmendar sus errores pasados. Joya y Qaderi coinciden en que el apoyo internacional es imprescindible, incluso crucial, para la supervivencia y formación de las mujeres. “El apoyo educativo es fundamental para la emancipación de Afganistán”, nos comenta Joya. “Brindándoles, por ejemplo, cursos de aprendizaje online, cursos de informática y cursos de inglés, así como también apoyo económico”.

Joya y Qaderi consiguieron huir después de la toma de Afganistán en 2021. Qaderi lo hizo en el último avión a EE.UU., no sin grandes remordimientos. “Ya no estoy en Kabul, salí en el último vuelo el 28 de agosto. Sabía que me arrestarían si me quedaba. Sabía que si me quedaba tendría que estar callada. Dejé Afganistán para poder hablar sobre Afganistán. Aunque ahora me arrepiento. Debería haberme quedado y luchado. Pero mi único hijo de nueve años me pregunta: ¿Qué haría yo en este mundo si te matasen?”.

Por su parte, Joya consiguió huir a España el verano pasado, pero por motivos de seguridad nos pide no desvelar dónde se encuentra ahora. Además, implora a la comunidad internacional “que no crean la mentira de que los talibanes han cambiado; no se han vuelto moderados, de voz suave y humanos. De hecho, se han vuelto aún más brutales”.

Helena Farré Vallejo
@hfarrevallejo

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