Ramón Llamas, coordinador del Grupo de Trabajo sobre el Agua, de la UNESCO
Según alarmas difundidas últimamente, el siguiente conflicto internacional en Oriente Próximo no sería por el control de territorios o del petróleo, sino por el agua. Y del resto del mundo, gran parte puede sufrir en el futuro una creciente carestía de agua. Sin embargo, el catedrático de Hidrología Ramón Llamas, que preside el Grupo de Trabajo sobre el Agua creado por la UNESCO, subraya que, pese al aumento de la población mundial, el planeta tiene agua para todos. La «crisis del agua» no es problema de escasez, sino de mal aprovechamiento.
Para utilizar como es debido los recursos hídricos del planeta no se necesitan sólo infraestructuras. La gestión del agua es una cuestión política y ética, que exige una mentalidad de consumo adecuada. Por eso, la UNESCO ha creado, dentro de la Comisión Mundial para la Ética de la Ciencia y de la Tecnología, un Grupo de Trabajo sobre la Ética de los Usos del Agua Dulce, y ha elegido a Ramón Llamas para coordinarlo. El Grupo está compuesto por ocho expertos de otros tantos países, además del personal propio de la UNESCO.
El Prof. Llamas, de la Universidad Complutense (Madrid), es ingeniero civil y geólogo, y pertenece a la Real Academia de Ciencias y a la Junta Directiva de la Asociación Internacional de Hidrogeólogos. El mes pasado participó en unas conferencias sobre el agua (1), a las que acudieron especialistas de Europa y de América. Con esta ocasión le hemos planteado algunas cuestiones acerca de la disponibilidad de agua dulce para las crecientes necesidades humanas.
– El término «crisis del agua», ¿se refiere a escasez o a mal aprovechamiento de este recurso?
– Aunque en algunos sitios del planeta hay escasez de agua, desde una perspectiva mundial la crisis se debe a la mala gestión, que está conduciendo fundamentalmente a la degradación de la calidad del agua. Es decir, a la contaminación: este es el auténtico problema, la verdadera crisis del agua.
Un recurso demasiado barato
– Pero también se malgasta agua, sobre todo en la agricultura. Los expertos calculan que el riego de una hectárea de arroz consume tanta agua como un centenar de familias durante dos años y que puede despilfarrarse hasta un 60% del agua utilizada para regadío. ¿Cuál puede ser la solución?
– El despilfarro del agua es una realidad. El problema se solucionaría con una mayor eficacia en la gestión integral del agua. El gran problema viene de que el agua es demasiado barata. Mientras no se aborde la cuestión del precio del agua, aplicando el principio «el que usa, paga», será difícil hallar una solución. Cuando un recurso se regala -como es el caso del agua-, la gente no lo valora y lo despilfarra. El día en que se consiga que el precio del agua se ajuste a los costes reales, desaparecerá gran parte de los problemas relacionados con este recurso vital. Su precio actual podría incrementarse, ya que no refleja ni el coste del suministro ni su carácter de recurso escaso en nuestra economía. Aunque, bien es verdad, esto no puede hacerse de la noche a la mañana.
– Lo que plantea tiene mucho que ver con la «cultura» del agua.
– Sí; hay que enseñar a la gente a que valore más el agua. La educación del ciudadano es primordial para que aprecie este recurso esencial para la vida, la salud, el desarrollo, el bienestar, las actividades públicas y la naturaleza, porque el agua es la savia, la sangre de la naturaleza.
No hay que quitar a nadie para repartir
– El desarrollo sostenible exige solidaridad con las generaciones venideras. El Tercer Mundo puede sufrir mayor escasez de agua en el futuro. ¿Qué podemos hacer: quitar una parte a los que ahora consumen más?
– En primer lugar, no hay que quitar nada a nadie, porque hay agua para todos. Lo que pasa es que el despilfarro no beneficia a nadie. Cuando se dice «vamos a ahorrar agua», no significa apretarse el cinturón acuático y beber o lavarse menos que antes. Quiere decir hacer las cosas mejor y saber que no todos los países deben utilizar la misma cantidad de recursos hídricos para desarrollarse de manera sostenible. La cifra de 1.000 metros cúbicos por persona y año, que suele establecerse como cantidad mínima de agua indispensable para cubrir las necesidades, conduce a errores cuando se aplica de manera global e indiscriminada. Israel, por ejemplo, cuenta con algo menos de 500 metros cúbicos por persona y año, sin que esto haya impedido su desarrollo sostenible.
La idea de que para que los habitantes del Tercer Mundo vivan mejor los países desarrollados tienen ahora que empezar a vivir peor, no casa con la realidad y nada tiene que ver con la equidad y con la solidaridad intergeneracional.
– Como tampoco responde a la realidad la ecuación «más gente igual a mayor consumo de agua»…
– Cierto. No existe relación directa entre más habitantes en la Tierra y más agua gastada. Esta ecuación es demasiado simplista y, probablemente, conduce a que los problemas no se resuelvan. Que haya agua para todos depende de la gestión, de la distribución y saneamiento, de los hábitos de consumo, de la tecnología, del estado de las infraestructuras -sobre todo la canalización que, en el caso de España, provoca pérdidas de hasta un tercio antes de llegar al grifo-, del peso de la agricultura de regadío, de la climatología -hay desiertos donde prácticamente no llueve nunca y zonas en las que caen más de 10.000 mm por año-, de la situación geográfica, de la calidad, etc.
El problema no está, insisto, ni en el número de habitantes ni en la escasez del agua, sino en la mala gestión, en la costosa distribución, en la contaminación y en la depuración. Esto último se aprecia fácilmente en los países tropicales, que tienen mucha agua, pero en parte la tienen contaminada. También algunos de sus problemas sanitarios se deben a la contaminación. Como usted sabe, las enfermedades hídricas -malaria, tifus, paludismo o diarrea- se dan, precisamente, en países con mucha agua dulce, pero carentes de condiciones sanitarias básicas y sin depuradoras suficientes para limpiar sus aguas.
La Conferencia Internacional del Agua -celebrada en París el pasado mes de marzo- ha reconocido que la amenaza de «la escasez del agua» puede evitarse si se remedia el actual despilfarro, sobre todo en los países desarrollados, y se invierte en nuevas conducciones de agua. Según la ONU y la Agencia Europea de Medio Ambiente, 400 millones de personas en el mundo consumen más agua de la que se repone naturalmente en sus zonas y casi un tercio del agua potable se desperdicia en Europa por una distribución deficiente. Sin embargo, el problema básico está relacionado con la pobreza, con la falta de tecnologías, de instrumentos y de recursos económicos y humanos cualificados. Cuando podamos resolver estos problemas, no se hablará mucho de «crisis del agua».
Golf y alfalfa
– Hay zonas donde falta habitualmente agua para usos domésticos, pero, en cambio, disponen de magníficos campos de golf como, por ejemplo, los 33 de la Costa del Sol, que consumen unos 400.000 metros cúbicos de agua al año. ¿Es defendible esta incongruencia?
– Hay mucha demagogia en esta cuestión. El principal problema de las instalaciones de golf en España, y también en otros países, es que el golf no es un deporte popular. Si lo fuera, no me haría esta pregunta. Cuando la mayor parte de los ayuntamientos importantes tengan campos de golf municipales, se acabará la crítica a los campos de golf. Un campo de golf ocupa 40 hectáreas y consume la misma cantidad de agua que un campo de alfalfa y, además, en muchos recintos golfísticos se utiliza agua reciclada, lo que no ocurre prácticamente en ningún campo de alfalfa. No estoy defendiendo el golf; lo que pretendo es ser objetivo. El golf es una industria del ocio como otra cualquiera y significa riqueza para el país que la tiene. Por la misma razón tendríamos que dinamitar los hoteles de cinco estrellas. Claro que no es lo mismo si el campo de golf está en un sitio donde objetivamente hay escasez de agua: en ese caso se deberá exigir que se utilice siempre agua reciclada.
– Hablando de demagogia: el agua sólo es noticia cuando destruye, como ha ocurrido con el huracán que ha asolado Centroamérica. ¿Qué responsabilidad tienen los periodistas en la divulgación de cuestiones ambientales, donde hay más hipótesis que certezas?
– Es difícil conseguir un equilibrio entre información objetiva y búsqueda de temas espectaculares. No todo en la ecología son tragedias, pero existen las catástrofes naturales, como hay aguas y animales venenosos, enemigos del ser humano. No toda la naturaleza es pacífica o «amigable» para el hombre. El ser humano ha estado siempre en una actitud recelosa, a la defensiva de la naturaleza. Y hoy diría que es la naturaleza la que está a la defensiva del hombre. Con las tecnologías podemos solucionar muchos problemas, pero también -cuando se usan mal o abusivamente- podemos causar bastantes daños.
Los fenómenos ambientales son muy complejos. La gente en general, y los periodistas en particular, necesitan tener una información más objetiva de todos estos asuntos -como los recursos hídricos- que tanto le afectan. Así sabrán más y participarán mejor en la búsqueda de soluciones para la planificación y la gestión del agua. Como dice el profesor Galloway, «la política del agua en una sociedad moderna debe implicar a todos los elementos de la sociedad en una compleja interacción política, social y tecnológica. Los científicos e ingenieros deben liderar esta interacción educando a aquellos que los rodean acerca de las complejidades de la política hidrológica».
Carlos Cachán es profesor de Periodismo Especializado en la Universidad Antonio de Nebrija (Madrid).¿Cuánta agua hay?Para vacunarse contra mitos y alarmas infundadas acerca de la «crisis del agua», es necesario conocer los datos sobre la disponibilidad de este recurso. La primera cuestión es: ¿con cuánta agua contamos para el uso humano?
No es fácil saberlo. Para calcularlo, es necesario medir regularmente los elementos hidrológicos (precipitaciones, evaporación, caudal fluvial, acuíferos, embalses, glaciares) que determinan la cantidad de agua dulce existente. De esa evaluación se encarga la red hidrológica mundial, con divisiones en casi 200 países. Sin embargo, como reconocen los organismos internacionales, la cobertura de la red es insuficiente, sobre todo en los países en desarrollo, o sea, precisamente donde los datos son más necesarios. En esa parte del mundo se ha reducido la red: en África existen ahora 25 puestos de observación menos que hace 25 años.
Con los registros actuales resulta muy difícil establecer la situación de los recursos hídricos mundiales, y más aún los de una región o cuenca fluvial concretas, y para un año, mes o día determinados. Pero «dicha información es vital para la inversión y el progreso científico», señaló Andras Szollosi-Nagy, director de la División de Ciencias del Agua de la UNESCO, en el ciclo de conferencias «El agua: mitos y realidades». Es paradójico, añadió, que gobiernos y organismos estén dispuestos a invertir muchos millones de dólares en proyectos y obras hidráulicas sustentados por tan frágiles bases de datos, «pero que no estén dispuestos a gastar cantidades mucho menores, necesarias para garantizar la recopilación y el tratamiento de datos con vistas a satisfacer las necesidades actuales y futuras de agua».
Por eso, la Organización Meteorológica Mundial, en colaboración con el Banco Mundial y la Unión Europea, ha establecido el Sistema Mundial de Observación del Ciclo Hidrológico, que proporcionará datos sobre la cantidad y calidad del agua, gracias a una red de mil estaciones situadas en los principales ríos del mundo.
Reparto desigual
De momento, se sabe que el problema no es de cantidad total. Los hidrólogos calculan que actualmente sólo se aprovecha para las necesidades humanas alrededor de un tercio de los recursos potenciales de agua dulce, que se estiman en unos 12.500 Km3 anuales.
Prueba de que el agua abunda es que en este siglo ha aumentado fuertemente el consumo: se ha multiplicado por siete desde 1900, y se ha duplicado en los últimos 20-25 años. Pero sólo la mitad de ese incremento del consumo en el último cuarto de siglo es imputable al crecimiento demográfico.
Además, los recursos totales están muy desigualmente repartidos: sólo diez países tienen el 65% del agua dulce accesible en el planeta. Las zonas secas y en desarrollo, como el norte de África y el Oriente Próximo, son candidatas a futura escasez.
Así, el consumo por persona es muy dispar de una región a otra: 600 litros diarios en Estados Unidos, 200 en Europa, 30 en África.
En términos globales, la cantidad de agua disponible para todo uso por persona y año ha bajado en el último cuarto de siglo de 12.500 m3 a 7.500 m3. Aun así, el 96% de la población mundial dispone de al menos 1.000 m3 de agua por persona y año, volumen suficiente para las necesidades básicas.
Despilfarro
Por tanto, donde puede faltar agua, los dos problemas principales son las pérdidas y la mala calidad, es decir, la contaminación.
Es mucha más el agua que se extrae de fuentes superficiales o subterráneas que los 4.000 Km3 anuales de agua demandados en el mundo. Pero gran parte se desperdicia o se usa de manera muy ineficaz. En particular, la agricultura emplea mucha agua: aproximadamente el 70% del consumo total, frente al 22% la industria y el 8% la alimentación y la higiene humanas (ver cuadro). La proporción es mayor en los países en desarrollo: por ejemplo, en la India, el 90% del agua se gasta en las labores agrícolas.
En la irrigación, un 60% del agua se filtra por los canales de los sistemas de distribución o se pierde por evaporación, en ellos o en el suelo desnudo entre los cultivos. Esta infiltración provoca encharcamiento y salinización en un 20% de las tierras de regadío en el mundo, lo que reduce considerablemente el rendimiento. Actualmente, según la FAO, el rendimiento de los cultivos de regadío, que mantienen a 2.400 millones de habitantes y proporcionan el 50% de la producción mundial de cereales -principalmente arroz-, «quedan muy por debajo de lo que cabría esperar en cuanto a aumento de rendimiento, de superficies regadas y de eficacia técnica en la utilización del agua».
Otra consecuencia de la gestión deficiente es la erosión de las tierras agrícolas de secano, que ocasiona pérdidas en la producción y degrada los recursos hídricos al introducir grandes volúmenes de sedimentos en arroyos y ríos, lo que reduce la capacidad de embalse.
Cuestión de desarrollo
Según la ONU, también se producen pérdidas importantes en los sistemas de abastecimiento de agua a la población, en particular cuando las conducciones se encuentran en mal estado. No es raro que haya pérdidas del 50% en algunos países en desarrollo. Incluso en los países desarrollados, los escapes pueden representar el 25% o más del agua abastecida. También se pierde agua en las cloacas que transportan aguas residuales (entre el 25% y el 50%), lo que puede ocasionar graves problemas de contaminación.
Asegurar que el agua destinada al consumo personal llegue en buenas condiciones es el otro problema pendiente. No es que no haya habido progresos. En el siglo XIX, la construcción en Europa de alcantarillados eficaces y el tratamiento del agua potable redujeron drásticamente el impacto de enfermedades intestinales como el cólera. Se calcula que alrededor de una quinta parte de la reducción de la mortalidad se debió a las mejoras de las redes de abastecimiento de agua y de alcantarillado. También en los países en desarrollo ha descendido la tasa de mortalidad por enfermedades infecciosas originadas en el agua; pero todavía buena parte del Tercer Mundo presenta problemas de higiene y escasez de agua limpia que afectan particularmente a los niños.
Según estimaciones citadas por la UNESCO, la quinta parte de los habitantes del planeta carece de suministro de agua totalmente fiable, y la mitad no cuenta con saneamientos adecuados. Esa población, concentrada en los países en desarrollo, es la que sufre casi toda la morbilidad causada por el consumo de agua insalubre (unos 30 millones de casos al año, según la Organización Mundial de la Salud).
Una vez más se comprueba que la contaminación, aunque asociada en nuestra imaginación a la industria del mundo rico, en realidad es un problema, sobre todo, de los pobres. El suministro de agua limpia es un capítulo más del desarrollo.
Carlos Cachán_________________________(1) Ciclo de conferencias «El agua: mitos y realidades». Fundación Ramón Areces, Madrid, 16-18 de noviembre de 1998.