Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, organizada por la ONU
Madrid. El aumento de la esperanza de vida, con el consiguiente envejecimiento de la población mundial, es un logro. El problema es que ni la sociedad ni la economía están adaptadas para ese cambio, que plantea nuevos problemas de atención sanitaria, recursos económicos, empleo, etc. Para afrontarlos, la ONU ha organizado la Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento (Madrid, 8-12 de abril), que aprobará un plan de acción. Los países ricos deberán hacer algunos reajustes, pues muchos tienen ya la población envejecida; en cambio, para los países del Sur, con una estructura de población más joven, el envejecimiento es una novedad que pondrá a prueba su capacidad de desarrollo.
El mundo se va a enfrentar los próximos años a un enorme envejecimiento de la población. La situación es nueva y quizás por eso la Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento ha tardado 20 años en volver a celebrarse (la primera fue en Viena, 1982). Pero según la ONU, habrá cambios tan importantes que es urgente aprobar un Plan de Acción para ayudar a los gobiernos a planificar el futuro con arreglo a esta circunstancia.
Casi todo el Plan de Acción estaba acordado antes de que las delegaciones de los países llegaran a Madrid. Esta vez, las enmiendas y corchetes no han dado pistas sobre los posibles debates. La razón es que, a pesar de que el envejecimiento demográfico es técnicamente el desequilibrio que provoca el aumento de la longevidad y la bajada de la natalidad, no se está hablando de revisar la políticas internacionales de control demográfico, que son una causa del envejecimiento. Es más, en uno de los documentos previos a la Asamblea se dice que «probablemente ya no se repetirán las sociedades con pirámides demográficas con muchos jóvenes en la base y pocos ancianos en la cúspide». Asimismo, tampoco ha salido a escena la eutanasia, ni la cooperación al suicidio. Pueden aparecer en alguna mesa redonda o propuesta en el Foro Mundial de ONG sobre Envejecimiento (que se celebra en paralelo, del 4 al 9 de abril), pero no en el documento final.
Por lo tanto, la Asamblea hará el papel de Rey Mago de los mayores, y es de esperar que no se enrede con polémicas. Las principales claves de la reunión serán la edad de jubilación, pensiones, gasto sanitario, atención a los mayores en la familia y la ayuda internacional a los países pobres. La perspectiva será diferente según los países: los desarrollados se enfrentan a los problemas de la relación entre envejecimiento, desempleo y sostenibilidad de los sistemas de pensiones; y los pobres, al problema del desarrollo al mismo tiempo que su población envejece, por primera vez en la historia.
Más ancianos que niños
Actualmente, la edad media en el mundo es de 26 años. Yemen es el país más joven, con una edad media de 15 años; y Japón, el más viejo, con una edad media de 41 años. Para 2050, se prevé que la edad media mundial suba a 36 años. Entonces, el país más joven será Níger, con una edad media de 20 años; y el más viejo, España, con una edad media de 55 años.
No obstante, medio siglo es un plazo demasiado largo para hacer previsiones demográficas fiables, pero son las que se están manejando en la Asamblea. Según estas, la población mundial de más de 60 años pasará del 10% en 2000 al 21% en 2050. En cambio, el porcentaje de niños y adolescentes (0-14 años) pasará del 30% al 21%. En la actualidad, se estima que hay 629 millones de personas de más de 60 años; y si las previsiones se cumplen, serán 2.000 millones en 2050. Esto significa que por primera vez en la historia de la humanidad, la cantidad de personas mayores superará a la de niños y adolescentes. Es decir, se repetirá en todo el mundo lo que ya experimentaron las regiones más desarrolladas en 1998.
El grupo de edad que crece más rápido en todo el mundo es el de los mayores de 80 años. Sumaba 70 millones en 2000, aumenta un 3,8% anual y comprende el 12% del total de personas mayores. La razón está en el aumento de la esperanza de vida, que desde 1950 ha pasado de 46 años a 66. En los países más desarrollados, al alcanzar los 60 años, los hombres pueden esperar vivir otros 18 años y las mujeres, 23 más. Actualmente, hay 81 hombres por cada 100 mujeres mayores. Entre los más ancianos, hay sólo 53 hombres por cada 100 mujeres.
Más desequilibrio demográfico en el Norte
El envejecimiento es muy distinto según los países. La documentación previa de la Asamblea dice que en las regiones más desarrolladas, en 2000, una quinta parte de la población tenía más de 60 años. En 2050 será una tercera parte. En los países menos desarrollados, solo el 8% tiene esa edad; sin embargo, se espera que en 2050 los mayores constituirán casi el 20% de la población.
En Asia y América Latina, la proporción personas mayores pasará del 8% al 15% entre 1998 y 2025, mientras que en África se prevé que esa proporción aumente sólo del 5% al 6% durante ese período, y que después se duplique para el año 2050. En el África subsahariana, el porcentaje llegará a la mitad de ese nivel. En Europa y en América del Norte, entre 1998 y 2025 la proporción de mayores aumentará del 20% al 28% y del 16% al 26%, respectivamente.
Las proyecciones indican que en 2025, el 82% de la población de los países desarrollados vivirá en zonas urbanas, mientras que en los países en desarrollo la proporción será inferior al 50%. Además, en estos países hay un mayor porcentaje de personas mayores en las zonas rurales. De ahí que el Plan sugiera que los programas de seguridad alimentaria y producción agrícola tengan en cuenta el envejecimiento en las zonas rurales.
Mayores pero activos
Se ha observado que las personas mayores participan cada vez más activamente en la sociedad y están cambiando la idea de que simplemente dependen de los demás. Por ejemplo, en muchos países el cuidado de los hijos de víctimas del SIDA ha recaído en los mayores. Además, atienden a otras personas, prestan servicios en organizaciones benéficas, colaboran en programas educativos para jóvenes, asesoran a empresas, etc.
La Asamblea reconoce que esta nueva situación se debe en gran parte a las ONG, grupos religiosos, instituciones académicas, sindicatos y, en especial, las familias, que han ideado fórmulas para seguir contando con ellos. Por eso, el Plan de Acción anima a los gobiernos e instituciones a fijarse más en los beneficios que pueden aportar los conocimientos y la experiencia de los mayores en muchos ámbitos de la sociedad.
No obstante, la principal recomendación a los gobiernos es que permitan a las personas mayores ampliar su vida laboral mientras quieran y puedan hacerlo. Además, en los países desarrollados se incorporan menos jóvenes al mercado laboral debido al descenso de natalidad. La paradoja es que los países con mayores ingresos per cápita tienden a anticipar la jubilación. En las regiones más desarrolladas, solo el 21% de los hombres y el 10% de las mujeres de más de 60 años siguen activos, mientras que en las más pobres lo están el 50% de los hombres y el 19% de las mujeres. Estas diferencias se deben a que estos países tienen sistemas de jubilación de cobertura limitada -cuando los tienen- y pagan pensiones bajas.
Nueva edad de jubilación
En cuanto a la relación de dependencia potencial -número de personas de entre 15 y 64 años por cada persona de más de 65- ha pasado de 12 personas a 9, entre 1950 y 2000. Las proyecciones para mediados de siglo indican que habrá 4 personas en edad activa por cada persona de mayor de 65 años. Este indicador dará que hablar en los próximos años, sobre todo en los programas de seguridad social tradicionales, donde los trabajadores activos pagan las prestaciones de los jubilados.
Por eso el Plan sugiere que los gobiernos alienten a los trabajadores a aplazar la jubilación completa y a permanecer en el empleo al menos a tiempo parcial. No es fácil, pero puede hacerse si se protegen los derechos adquiridos a las pensiones y las prestaciones de salud de forma que no se vean afectados por el aplazamiento de la jubilación. Por su parte, las empresas deberán reorientar, quizás, las funciones que estas personas han desempeñado hasta ese momento y reducir los incentivos para la jubilación anticipada.
En el caso de los países pobres, las sugerencias se dirigen a formalizar la situación de las personas mayores que siguen trabajando, ya que la mayoría están en la llamada economía no estructurada, que les priva de la protección social necesaria. Las propuestas incluyen asignarles pensiones, seguros de invalidez y prestaciones de salud. No hay que olvidar que, como recordaba en 2000 un informe de la Organización Internacional del Trabajo, la mayoría de los activos en países de desarrollo, que trabajan en el sector informal y en zonas rurales, no cotizan para su jubilación (ver servicio 93/00). Al mismo tiempo, las redes de solidaridad tradicionales, en la familia y en los pueblos, se están debilitando a consecuencia de la urbanización.
También se invita a las instituciones financieras a reajustar sus procedimientos de concesión de préstamos para garantizar que se reconozca a las personas mayores como un recurso para el desarrollo.
La atención en la familia
Pese a la movilidad geográfica y a otras circunstancias que mantienen separados a los miembros de la familia, la mayoría de las personas de todas las culturas conservan relaciones estrechas con sus parientes durante toda la vida. Estas relaciones funcionan en ambos sentidos, ya que las personas mayores hacen contribuciones importantes tanto desde el punto de vista financiero como en lo que respecta a la educación y cuidado de los nietos y otros miembros de la familia. El Plan anima a todos los sectores de la sociedad a fortalecer esos lazos y recuerda que la vida junto a las generaciones más jóvenes no siempre es la opción preferida por las personas mayores.
Junto con esto, la atención familiar no remunerada está creando algunas tensiones. El Plan reconoce, en particular, el coste que representa para la mujer -que sigue prestando la mayor parte de este tipo de asistencia- en varios terrenos: financiero, pérdida de oportunidades laborales, físico, etc. Por eso propone que se creen servicios de asistencia continuados (el Plan no concreta más) a las personas mayores y apoyo a los familiares que los cuidan. De paso, estos servicios servirán para evitar internamientos innecesarios.
El aumento del gasto sanitario
En cuanto a la salud, el Plan derrocha páginas de iniciativas y sugerencias. Es un capítulo importante porque las personas mayores gastan más en asistencia médica que en cualquier otra necesidad o actividad. Se prevé que el coste mundial de la asistencia médica relacionada con el envejecimiento aumentará un 41% entre 2000 y 2050.
Las recomendaciones del Plan van acompañadas de un genérico «habrá que movilizar recursos para hacer frente al aumento de gasto sanitario de los próximos años». En efecto, quizás sea este el capítulo más caro, junto con el de las pensiones. Pero habrá que esperar a las soluciones que ponga en marcha cada país. Sobre todo, porque van a cambiar los tipos de enfermedad que afectan a los mayores, especialmente en los países en desarrollo. Aunque esto países sigan luchando contra la desnutrición, las enfermedades infecciosas como el SIDA, el paludismo y la tuberculosis, también asistirán a un rápido aumento de las enfermedades no trasmisibles -trastornos cardíacos o mentales, cáncer-. De hecho, según el Informe sobre la Salud en el Mundo (2001), estas enfermedades provocan el 59% de las muertes en el planeta. Esta «doble carga de la enfermedad» pesará mucho sobre los recursos ya escasos de los países pobres.
Por último, se prevé que el Plan de Acción se revise cada cinco años. En ese caso, las conclusiones se llevarán al Consejo Económico y Social y a la Asamblea General de la ONU para su examen, de forma que se rompa con la periodicidad tan atípica que han tenido estas dos Asambleas sobre Envejecimiento.
Un nuevo concepto de vejez
La mayor sensibilidad por los problemas sociales ligados al envejecimiento ha dado lugar en los últimos años a estudios e iniciativas, de los que Aceprensa se ha hecho eco en varios servicios. Recordamos algunos.
Las personas mayores son vistas a menudo como un grupo homogéneo que vive sobre todo en los países industrializados, personas frágiles que no aportan nada a la familia y a la sociedad. Pero la mayoría de las personas de edad desmienten cada día esos tópicos. Así lo hizo ver, en 1999, un informe de la Organización Mundial de la Salud, difundido con motivo del Año Internacional de las Personas Mayores, que identifica y comenta algunos mitos en materia de envejecimiento (servicio 152/99).
Cuando se habla sobre envejecimiento abundan las estadísticas y los análisis, pero escasean las propuestas de soluciones y aún más las iniciativas que se llevan a la práctica. Rescatamos de nuestro archivo algunas de esas experiencias positivas.
SECOT (Seniors Españoles para la Cooperación Técnica) es una ONG cuyos miembros son jubilados que ofrecen servicios de asesoramiento gratuito a pequeñas y medianas empresas (servicio 28/01).
Los jubilados constituyen uno de los principales activos del voluntariado que atiende programas de solidaridad. Un ejemplo es «En línea», una iniciativa de la ONG Cooperación Social que consiste en un sistema de preceptuación en el estudio para escolares con bajo rendimiento. Los sábados, un autobús recoge a los escolares y los lleva a un instituto del centro de la ciudad, donde les esperan sus tutores seniors, que les preceptúan en las aulas, para terminar al final de la mañana con actividades deportivas o una visita a un lugar atractivo (servicio 28/01).
Otra experiencia interesante surgió en Leeuwarden (Holanda), donde un centro de preescolar tuvo que instalarse provisionalmente en una residencia de ancianos. Los medios de comunicación se hicieron eco del éxito del experimento, que permitió comprobar que las vivencias de los ancianos se acoplan bien a las de los niños. Ambos grupos se llevan de maravilla. Los mayores salieron de su aislamiento y estaban ocupadísimos ayudando a los pequeños (servicio 157/95).
Japón es un país muy sensibilizado con respecto al envejecimiento (ver servicio 118/97). Por eso las residencias y otras iniciativas de atención a los ancianos constituyen un sector en expansión (servicio 6/98), mientras que los municipios han creado un seguro para cubrir la atención a domicilio de los mayores más necesitados de ayuda (servicios 40/00 y 168/01).
Muy interesante resultan las conclusiones de un estudio sobre el empleo en los servicios de atención a domicilio, llevado a cabo por la Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y de Trabajo, con sede en Dublín. Algunos gobiernos europeos, como los de Alemania, Austria, Francia y Luxemburgo, han puesto en marcha un sistema innovador y muy atractivo. Consiste, a grandes rasgos, en dotar de subvenciones a las familias con parientes mayores para que contraten servicios especializados de cuidado de ancianos en sus propias casas, o se ocupen ellos mismos de esa tarea, de modo remunerado (ver servicio 63/01).
Ancianidad no es sinónimo de inactividad y pesimismo. Un singular anciano de 79 años, Juan Pablo II, quiso escribir en 1999 una carta a sus coetáneos, a quienes la ONU había dedicado ese año. El Papa, que está viviendo su vejez con evidentes limitaciones físicas y a la vez lleno de proyectos, ofrece un programa para envejecer bien y para que la sociedad sepa aprovechar las cualidades de los ancianos (ver servicio 152/99).
Ignacio F. Zabala