Esta adaptación de la novela de Colm Toibin –convertida en guion por el inglés Nick Hornby (Alta fidelidad, An Education)– supone un salto adelante del cineasta irlandés John Crowley, hasta ahora conocido solo por varias películas modestas y por dos episodios de la serie televisiva True Detective.
Saoirse Ronan da vida a Eilis Lacey, una introvertida e inteligente joven irlandesa. En 1952, Eilis abandona Irlanda y viaja a Nueva York en busca de nuevas oportunidades. La nostalgia por su tierra natal –donde han quedado su hermana y su anciana madre– pone en peligro la estabilidad emocional de la chica, a pesar de que goza del amor de un joven fontanero italiano.
Algunos críticos consideran Blooklyn “impecable” y “conmovedora”, y hasta la califican como “la mejor película romántica del año”. Otros, por el contrario, la incluyen en sus listas de filmes sobrevalorados, y cuestionan su “buenismo rayando en la ingenuidad, con situaciones ya muy ajadas”, así como la “torpeza de su segunda historia de amor”. Seguramente, unos y otros tienen parte de razón.
En efecto, la melodramática peripecia de Eilis no es nada original, y padece una mirada demasiado blanda de la emigración, que limita su impacto emocional en el espectador. Sin embargo, resulta muy grata su esmerada factura clásica, con una ambientación, una fotografía, una música y un vestuario impecables. Y, sobre todo, transmiten muchísimo las sensacionales interpretaciones de los jóvenes Saoirse Ronan y Emory Cohen –todo un descubrimiento–, que protagonizan varios encuentros románticos memorables. Más discutible es una breve escena erótica, que enturbia la elegancia del conjunto y enrarece la visión del catolicismo que ofrece el filme, más amable que la de la novela de Toibin.