Rusia: no hay potencia fuerte con una población débil

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La Rusia de Putin quiere seguir afirmándose como una gran potencia. Pero el declive demográfico es un freno a sus ambiciones. Un país que pierde casi medio millón de habitantes al año y donde la mortalidad de los hombres es particularmente elevada, tiene su futuro comprometido.

La insuficiente natalidad de Rusia es un problema presente también en otros países industrializados, pero su elevada mortalidad es una anomalía para su nivel de desarrollo. El índice de fecundidad es inferior al necesario para asegurar el reemplazo generacional desde mediados de los años 60, y alcanzó su nivel más bajo en 1999. Después empezó a subir ligeramente, y en 2007 se situó en 1,4 hijos por mujer. La natalidad ha subido, en parte porque, dada la estructura de la pirámide de población, hay ahora más mujeres en edad de concebir.

También se han adoptado medidas natalistas a partir de 2007. La más destacada ha sido el llamado “capital maternal”, una suma equivalente a 10.000 dólares, que se entrega en forma de un certificado especial al nacimiento del segundo hijo y de los siguientes. Esta suma solo pude emplearse para comprar una vivienda, financiar los estudios del hijo o aumentar la pensión de jubilación de la madre. Igualmente se han mejorado las ayudas familiares durante los primeros dieciocho meses de vida del niño, y los reembolsos por gastos ginecológicos, de guardería, etc.

De todos modos, los demógrafos se muestran prudentes respecto al efecto de estas medidas a largo plazo. Anatoli Vychnevski, director del Instituto de Demografía de Moscú, ha hecho un estudio sobre la crisis demográfica de Rusia, que ha sido publicado por el Instituto Francés de Relaciones Internacionales. Vychnevski piensa que las medidas natalistas pueden influir adelantando el “calendario” de la procreación, y así aumentar la tasa de fecundidad de un año a otro. Sin embargo, es más escéptico sobre la probabilidad de que eso vaya a cambiar el número total de hijos de las mujeres al final de su vida reproductiva.

Una mortalidad elevada

Vychnevski advierte que “el país va a sufrir a corto plazo una reducción drástica de su población activa”. Según las previsiones del Instituto de Estadística de Rusia, la hipótesis media es que el decrecimiento natural de la población sería de 11 millones de habitantes entre 2008 y 2025, mientras que la población en edad de trabajar se reduciría en 14 millones.

Inmigración: mal vista, pero necesaria

El recurso a la inmigración podría compensar este decrecimiento natural. A partir de los años 90, el saldo migratorio ha mejorado, por la vuelta de rusos que estaban desde la época soviética en otras repúblicas de la ex URSS, y por la menor salida de rusos del país. Pero, una vez que la “repatriación” se ha agotado, la inmigración posterior ha sido sobre todo de tipo económico y de no rusos.

La población no ve con buenos ojos la entrada de inmigrantes. Pero Vychnevski piensa que no habrá más remedio. El objetivo oficial es estabilizar la población en 142-143 millones de aquí a 2015, y pasar a 145 millones en 2025. Pero eso requerirá una inmigración masiva. El documento oficial “Concepción de la política demográfica” enuncia el objetivo de alcanzar un saldo migratorio positivo anual de al menos 200.000 personas hasta 2016, y de 300.000 en 2025. Pero, dice Vychnevski, por ahora ni la sociedad rusa ni las elites tienen una postura favorable a la inmigración, y el país no dispone de una política de acogida para una inmigración de esta amplitud.

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