La malvada Primera Orden domina el universo, y tiene contra las cuerdas a la Resistencia, liderada por la Generala Leia Organa (Carrie Fisher). El piloto Poe Dameron (Oscar Isaac) intentará destruir un acorazado enemigo, y Finn (John Boyega), boicotear desde dentro la nave capitana de la Primera Orden. Mientras tanto, Rey (Daisy Ridley) procura convencer a un reticente Luke Skywalker (Mark Hamill) para que la entrene como jedi y la oriente en su conflictiva relación con la Fuerza y en su inquietante sintonía con el cruel Kylo Ren (Adam Driver).
Algunos dirán que otra vez es más de lo mismo, y que esta octava gran aventura de la mítica franquicia galáctica repite el esquema narrativo de El imperio contraataca, al igual que El despertar de la fuerza era una especie de calco-reinicio de La Guerra de las Galaxias o Una nueva esperanza, como se llama ahora. Algo de eso hay en la reiteración de los montajes paralelos, en ciertos homenajes insistentes –¡otra rebosante cantina espacial!– y en el dilatado tramo insular, que padece algún que otro esteticismo excesivo.
En cualquier caso, se agradece la decidida recuperación del misticismo casi religioso de la Fuerza y del aliento épico en los numerosos combates galácticos, aéreos, terrestres y hasta acuáticos, todos filmados y montados con un desbordante sentido del ritmo y el espectáculo. De todas formas, la poderosa capacidad emocional de algunos pasajes la aporta sobre todo el profundo sentido del sacrificio de los personajes, autentificado con la lucha de algunos con el lado oscuro de sus propias vidas y oxigenado con certeros golpes de humor. Grandezas, miserias, ambigüedades y parodias maravillosamente subrayadas de nuevo por la generosa partitura del ya octogenario maestro John Williams, suficientemente novedosa en su premeditado aire nostálgico.
Todos los actores salvan con nota los retos físicos y dramáticos de sus personajes, sosteniendo así una compleja estructura de acciones paralelas e idas y venidas en el tiempo, a veces con drásticos cambios de tono y sorpresas inesperadas. Las nuevas estrellas –Daisy Ridley, John Boyega, Óscar Isaac, Domhnall Gleeson…– consolidan sus posiciones, algunas discutidas. La fallecida Carrie Fisher realiza una conmovedora interpretación. Adam Driver logra que añoremos menos a Dark Vader. Y Mark Hamill, contra pronóstico, regala una memorable caracterización de Luke Skywalker, sorprendente en su matizado equilibrio de vigor, ternura y misterio. Así que el estadounidense Rian Johnson (Looper) sale más que airoso del desafío de dirigir y escribir en solitario un filme de Star Wars, honor del que solo ha gozado George Lucas, el mismísimo iniciador de la saga.
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